jueves, enero 21, 2010

NARRADORES CATÓDICOS


Pues ya lo ven. Uno que siempre se ha jactado de tener tele sólo para ver películas y que ha barajado en alguna ocasión la posibilidad de llenarla de agua y echar peces, ahora se mete de lleno en el negocio de escribir para la caja tonta... que no será tan tonta cuando lleva sesenta años marcando nuestras vidas, nuestros horarios y nuestras tendencias.

Teniendo en cuenta la que está cayendo, la idea es macanuda. El mercado editorial en España sigue siendo un mar de secretos en el que el autor se siente desamparado y no siempre recompensado. La piratería amenaza con plantar su huesuda bandera en la pantalla de cristal líquido de los e-books, lo que ha provocado una diáspora en los escritores de ficción, que se ven obligados a buscar otros medios para subsistir. Igual que siempre, vamos.

Como el cine es otro territorio inexpugnable, los que contamos historias hemos puesto las miras en la tele (o, en mi caso, la tele ha puesto las miras en mí). Con la proliferación de cadenas y productoras (siempre en guerra entre sí) y el auge de la ficción televisiva (sólidamente implantada en Estados Unidos y floreciente en territorio patrio), la búsqueda de personajes, tramas, diálogos y conflictos con gancho es una rueda que no deja de girar.

La esencia es la misma: se trata de narrar, expresar, crear, construir y compartir con el espectador. El medio es el que cambia, aunque siempre estuvo ahí. Se habla de la crisis del libro, la crisis del cine, la crisis del teatro... ¿Han oído hablar de la crisis de la tele? A nivel de consumo y popularidad digo, que de contenidos ya hablaremos en otro debate.

Los románticos siempre preferirán el olor de un libro, la magia de la radio, el espectáculo del cine... Pero la tele (con su expansión internauta) es el futuro. Y el futuro es una oscura nebulosa iluminada por la pantalla que más brilla.