jueves, noviembre 13, 2014

IT´S A WONDERFUL TUIT

Sí, un título muy capriano. Pero todo tiene su explicación.

Resulta que este mediodía la editorial La Esfera de los Libros me hizo llegar una caja con varios ejemplares de mi última novela: LA MIRADA DE PIEDRA. Tan emocionado estaba, que decidí organizar un sorteo cuyo premio sería un ejemplar dedicado. El problema llegó cuando me puse a pensar en el tipo de sorteo que haría y, sobre todo, dónde lo pondría en marcha. ¿En un foro? ¿En mi perfil personal de Facebook? ¿En la página de fans? ¿En Twitter? ¿En este blog? ¿En mi página web? ¿En un hotelito de la costa alicantina? Las posibilidades eran múltiples y yo no tenía nada claro cómo organizar algo así.

-Piénsalo bien, cenutrio -decía una voz interior-. Planifícalo despacio, prepáralo y no tengas prisa por lanzarlo, que luego sale una chapuza.

-Pero Voz Interior, estamos a jueves, se acerca el fin de semana y el libro está a punto de salir a la venta. No me apetece perder demasiado tiempo.

-Hazme casooooo, que luego vienen los lloros.

-Mira, no. Que te den.

Así que mandé al carajo a mi voz interior, me dejé llevar por la intuición y recurrí directamente a Twitter, que para algo es la red social más rápida, inmediata y activa del mundo. O eso leí una vez en el 20 Minutos o no sé dónde.

Y así, sin tener ni pajolera idea del tipo de sorteo que iba a hacer, colgué el siguiente tuit:



Importante: era más o menos la hora de comer. La hora a la que la gente come, ¿vale? Así que contaba con que la gente estaría comiendo e igual tardaría un rato en reaccionar.

Me quedé contemplando la pantalla, que permanecía inmóvil ante mí. Creo que incluso llegué a oír el gemido del viento y el aullido de un coyote en la lejanía.

-¿Qué esperabas, idiota? -me dijo la voz interior tomándose la revancha-. No eres Pérez-Reverte ni Gómez-Jurado. Ni siquiera tienes un apellido compuesto, y tus followers no llenarían ni la sala pequeña de los cines Verdi. ¿Qué digo? Ni la sala de estar de tu casa.

La voz interior empezaba a tocarme esa zona inaprensible que hay entre el sur y el suroeste anatómico. Pero de pronto llegaron las primeras reacciones. Pocas. Tímidas. De seguidores que estaban conectados y a los que conozco desde hace tiempo. Fueron tres o cuatro, y se mostraron receptivos con la idea del sorteo, así que me puse en marcha... aunque seguía sin tener ni idea de cómo llevarlo a cabo. ¿Una pregunta y que enviaran las respuestas por mensaje privado? ¿Solicitar que hicieran RT a un tuit en concreto? ¿Que me siguieran? ¿Que se suscribieran al blog? ¿Que me mandaran un jamón Cinco Jotas sin gastos de envío?

Mi frente sudaba mientras imaginaba a esos tres o cuatro seguidores esperando una respuesta. Y entonces se me ocurrió: crearía un hashtag relacionado con el libro y pediría a los participantes que lo completaran con algo de su cosecha. Así surgió #MeDejaDePiedra, que, además, daba pie al desahogo y la libre expresión, que nunca vienen mal.

Propuse el desafío y me senté a esperar. Conté hasta diez, hasta veinte, hasta cincuenta. La misma inmovilidad. El viento volvía a soplar y el coyote sólo parecía haber hecho una pausa para aclararse la garganta. La voz interior se frotaba las manos con una vileza propia de un vicealcalde corrupto. ¡Cómo gozaba la muy perra mientras yo palidecía ante el monitor, pensando que a lo mejor no había sido tan buena idea dar rienda suelta a los impulsos y que iba a quedar como un perdedor pretencioso! O un cutre con ínfulas.

Llegó una respuesta. Luego, otra. Alguna más. Y luego el viento y el coyote.

-No te preocupes -me dijo otra voz interior mucho más conciliadora que la primera-. Será un concurso minoritario, entre amiguetes. Míralo por el lado bueno: así tendrán más oportunidades de conseguir el premio.

Y entonces, como al final de una película de Frank Capra, llegó la magia que sólo una red social como Twitter puede realizar. No diré que obtuve miles de respuestas, ni siquiera cientos, pero alguien retuiteó uno de los tuits iniciales, y otro alguien lo volvió a retuitear. Y luego otro. Y otro. Y la cosa empezó a rodar. Aquello adquirió el aspecto de un concurso en condiciones. Sólo faltaban los Supertacañones y una señorita ligera de ropa al lado de un panel.

Pero lo mejor de todo no fueron los seguidores que gané con la iniciativa. Ni la promoción que pudiera haberle hecho al libro. Ni siquiera la supuesta alegría del ganador. Lo mejor fue comprobar que, aunque vivimos en una sociedad en la que la tecnología puede volvernos idiotas, es capaz al mismo tiempo de lanzar lazos que unan a personas que se encuentran a kilómetros de distancia y hacerles sentir parte de... Bueno, en este caso igual no fue para tanto. Pero sí nos permitió pasar una tarde divertida soltando chorradas y alguna frase más o menos profunda. Y todo con la excusa del libro, que oye, no es moco de pavo.

En cuanto al ganador... después de hacer una lista con los participantes, pedirle a un amigo que dijera un número del uno al diez y apretar el botón de random.org tantas veces como indicaba dicho número, resultó que salió el número 16, que en la lista que había confeccionado previamente corresponde a...

Pero antes unos cuantos tuits destacados de esa juerga dialéctica :-)



















Están bien, ¿verdad?

Y ahora sí. La ganadora ha sido Laura L. Capella (@Lauralcapella), con quien me pondré en contacto en breve para pedirle los datos y poder enviarle cuanto antes su ejemplar manoseado y dedicado de LA MIRADA DE PIEDRA (que, por si no lo he dicho ya, sale a la venta el 18 de noviembre.)

¡Enhorabuena, Laura! Y a los demás, gracias por participar.

Y las voces interiores que se vayan a freír monas. 

lunes, noviembre 10, 2014

DESDE BURGOS PARA EL MUNDO





Hace unas semanas un amigo me pidió que escribiera sobre mi libro para un grupo llamado Burgos en Facebook. Acepté encantado, pero resulta que es un grupo cerrado y no todos los usuarios tienen acceso a él. Y como uno ha sido siempre de mayorías y su aspiración es compartir sus cosas con el mundo independientemente de su raza, sexo y término municipal, provincial o autonómico, aquí la reproduzco, que para eso esas son mis palabras, este es mi blog y esto es lo que hay.



ROB:

Hola a todos. Una de las razones de ser de esta sección es animar a la lectura. Leer es ver la vida con ojos nuevos, pasear por las vivencias, las emociones y los pensamientos de otro. Es una actividad solitaria e íntima, a veces sonriente, a veces triste pero siempre rica porque nos abre inesperadas ventanas para comprender el mundo. Cuando no se tiene el hábito saber por donde empezar puede hacerse cuesta arriba, eso de leer puede sonar a rollo patatero y aburrimiento y por eso hoy vamos a hablar de intriga y aventura, del niño explorador que una vez fuimos jugando a buscar tesoros, de libros que se leen de un tirón y conteniendo el aliento.

Por eso nos acompaña Jorge Magano, historiador del arte, guionista de radio y televisión, autor de teatro y creador de un aventurero de ley llamado Jaime Azcárate. Ha publicado siete novelas pero sólo tres contienen al personaje. Él mismo os hablará de ellas, yo os contaré mi experiencia de lector. Lo que hace especial su narrativa es la sabia mezcla de intriga y humor, un andar a la vez de los nervios y por los suelos sin que ambas cosas se molesten ni la historia pierda intensidad. Con su última entrega, La mirada de piedra, ha ganado el Premio Amazon/La Esfera de los Libros y el próximo día 18 estará en todas las librerías del país, un buen momento para empezar. Por último deciros que es un autor que se autopublica y si teneis libro electrónico podeis encontrar enAmazon todas sus obras. Os dejo con Jorge.


JORGE:

Me pide Rob que os recomiende dos libros empezando por uno mío y os hable del personaje. Bien, allá vamos. LA MIRADA DE PIEDRA, está protagonizada por un periodista de curiosidad insaciable y una habilidad pasmosa para meterse en fregados. Un héroe muy nuestro que tiene la peculiaridad de ser capaz de enfrentarse a los más complicados enigmas del mundo y ser a la vez un desastre en su vida cotidiana. Se llama Jaime Azcárate, es historiador del arte y periodista, y lo conozco desde hace muchos años. 

Escribo sus andanzas desde aquella delirante investigación en el Madrid de los faraones titulada LA ISIS DORADA que fue seguida por DONDE NACEN LOS MILAGROS, una epopeya religiosa por tierras de Segovia y el sur del Duero en busca de un talismán sagrado custodiado por tres hermanos santos. 

Ahora llega a las librerías LA MIRADA DE PIEDRA, que se puede leer antes, después o en lugar de las ya mencionadas, y que traslada la acción a un mayor número de lugares que incluyen Grecia y Italia -cunas del arte clásico-, a los que se desplaza el protagonista para resolver el misterio de un busto de Medusa al que la leyenda atribuye una terrible maldición. En esta difícil tarea, Jaime Azcárate contará con la ayuda de un antiguo amor de juventud con quien las cosas salieron tirando a regular.

Y dirán ustedes: ¡Ajá! Otro Código Da Vinci con tío listo, enigma artístico y romance metido con calzador. Y como tengo derecho a réplica, les digo: pues sí, pero no. En esas novelas, como en la mía, hay buenos y malos, enigmas, peligros, persecuciones, un ritmo trepidante y escenas de acción en localizaciones reales. Pero en esas otras no tienen ustedes la posibilidad de reconocer alguna frase que le recuerda a su cuñado, ni a su abuela, ni a la vecina del tercero izquierda. No corren el riesgo de esbozar una sonrisa cómplice, o una carcajada escandalosa que les ponga en evidencia delante de sus compañeros de autobús. Esto es lo que pasa cuando intentas contar cosas de aquí, con personajes de aquí, usando los esquemas del thriller de allende los mares: que la mezcla de alta tensión y costumbrismo hace cosquillas. 

Porque yo lo que quiero es que lean. Y se diviertan.

viernes, octubre 31, 2014

BOOK-TEASER DE LA MIRADA DE PIEDRA

LA MIRADA DE PIEDRA
A la venta en todas las librerías a partir del 11 de noviembre de 2014


Y hoy, aprovechando que es Halloween y todo está oscuro menos las ilusiones de los niños más mamoncetes, estrenamos el book-teaser.

AVISO: recomendable verlo a pantalla completa y con gafas protectoras. Luego no digan que no lo advertimos.


Book-teaser realizado por Gonzalo Jerez "El Selenita".
Grabado y editado en Cinco Tres Estudios.

domingo, octubre 19, 2014

LA MIRADA DE PIEDRA, GANADORA DEL PRIMER CONCURSO AMAZON KINDLE - EL MUNDO

Foto de Gonzalo Jerez "El Selenita"

Pues sí. Tras varios meses de polémica, dudas, incertidumbre, nervios y emociones varias, finalmente me enteré de que "La mirada de piedra" es la novela seleccionada por Amazon y La Esfera de los Libros para su publicación en español y en inglés y su distribución mundial.
Jaime Azcárate lo ha conseguido, y ha sido sin duda gracias a los miles de lectores que lo siguen desde aquella primera aventura suya publicada en 2007 bajo el título "La Isis dorada". Los editores han decidido que en tiempos tan convulsos, violentos y descreídos como estos, el humor, la aventura y el interés por el arte y las disciplinas humanísticas son fundamentales. Algo que yo siempre he defendido y que ahora por fin da sus frutos.
Los caminos que se abren ahora son inciertos y dan un poco de vértigo. Ahí está el aliciente. Yo estoy entusiasmado con la idea de acercar mis historias a los lectores de todo el mundo. Ese era el premio y lo pienso disfrutar, me lleve adonde me lleve.
A continuación adjunto el texto que publiqué hace unos días en mi perfil de Facebook y con el que pretendí homenajear a los organizadores del concurso y, especialmente, a los cientos de participantes que compartieron conmigo esta extraordinaria aventura:

"Voy a cometer una temeridad muy gorda porque corro el riesgo de olvidarme de alguno, pero quiero compartir este premio (¡siempre quise decir eso!) con todos los autores "indies" que han participado junto a mí en este primer concurso y que, como dice el vicepresidente de contenido de Kindle en Europa, han sido protagonistas de este "homenaje a la revolución que ha supuesto la autopublicación para la literatura y la cultura", y "deben sentirse muy orgullosos de su trabajo" por haber logrado compartir sus obras con lectores del todo el mundo.
Empiezo por mis compañeros finalistas: Fernando GamboaPedro Urvi, Carlos J. Server y Paloma Ainsa. Algunos con una sólida y afianzada trayectoria, y otros para los que este concurso ha supuesto un prometedor punto de partida. Todos ellos son ganadores y gozan de lo más importante: el favor de los lectores. Ese es el único premio que de verdad vale la pena. Y no, no voy a soltar el mío, que también tiene su cosa.
También tengo un recuerdo especial para quienes se quedaron a las puertas por culpa de las reglas del juego. Sólo cinco finalistas, esa era la condición. Y por eso escritores tan valiosos como Antonia RomeroMario Escobar oAlmudena Navarro Cuartero no pudieron compartir podio con nosotros. Aun así sus obras hablan por sí solas, así como la cantidad de lectores y comentarios que han atesorado durante el camino. Esos ya son vuestros. Ahora, a mimarlos como se merecen.
Por último, quiero dar un cariñoso abrazo a todos los participantes a los que conozco de manera directa o indirecta: Francisco Angulo, Ulises Bértolo,Natalia Gómez Del PozueloDaurmith Morwen (¡una de gambas!), Pat Casalà, Luis F.F. Simón (autor de Enclavedesol La Novela), Israel Moreno,Julio G. Castillo y todos aquellos de los que me olvido y que desde este momento tienen mi permiso para insultarme en público o por privado. Incluso a crear un grupo de whatsapp con ese único fin a condición de que no me incluyan en él (órdenes de mi cardiólogo: no llevarme disgustos). Enhorabuena por la valentía y por vuestros trabajos. He leído algunos y me parecen realmente brillantes. Aunque eso ya lo sabíais o no os habríais presentado, malandrines.
A los amigos, la familia y demás gente fundamental en mi vida les daré las gracias en persona, a ser posible rodeados de comida y morapio. Ahora a disfrutar de lo que viene y a ir preparando las novelas para el concurso del año que viene. Ese lo ganáis FIJO.
Un fuerte abrazo. De corazón,
Jorge"

lunes, septiembre 15, 2014

ADIÓS, ESPANTAPÁJAROS (SOBRE EL TORO DE LA VEGA)



El toro de la foto se llama Elegido, y probablemente cuando usted lea estas líneas, habrá muerto del modo más sanguinario a manos de un puñado de seres prehistóricos. Escribo esto en la víspera del asesinato, sin saber si compadecerlo por lo que se le viene encima o envidiarlo por no ser consciente de ello. Esa es la única diferencia entre el Toro de la Vega y un condenado a muerte convencional: que la agonía de este último es mucho más larga y termina al ejecutarse la pena. El toro, por el contrario, vive una vida plácida, sin preocupaciones, hasta el día designado, cuando se convertirá en diana para la ira, la violencia, el ensañamiento y la estupidez de una jauría sin cerebro ni corazón; espantapájaros y hombres de hojalata huérfanos de un mago de Oz que los haga crecer, cambiar y evolucionar. Pero ¿de qué sirve un mago en el que nadie cree? Los personajes del cuento eran conscientes de sus carencias y lucharon por paliarlas junto al león cobarde, que, como los tordesillanos sin alma, abusaba de las criaturas más débiles para demostrar su hombría. Los cómplices de esa orgía sangrienta no quieren cambiar nada porque no ven la realidad. Los espejos de Tordesillas, al contrario que los del callejón del Gato, devuelven al mediocre la imagen del héroe clásico, del celtíbero aguerrido; del castellano, digámoslo sin paliativos, con dos huevos como dos soles, cuando en realidad lo único que les cuelga es el sambenito de la infamia, la crueldad y la desvergüenza.

Digo que no tengo claro si sentir compasión o envidia por Elegido, pero lo que sí tengo claro es lo que siento por sus verdugos, tanto por los lanceros ávidos de sangre como por los políticos que por miedo a perder un puñado de votos apoyan y mantienen semejante barbaridad. Podría extenderme en una cadena de sentimientos como asco, rabia, indignación y todos los sinónimos que estos días pueblan los blogs y los tuits de la gente que condena esta barbarie; pero el que domina por encima de todos es la pena. La pena al comprobar que nuestra especie, a pesar de la razón, o quizás debido a ella, no es capaz de abandonar sus aspectos más oscuros, tétricos y miserables. Hasta parece que compita consigo misma para superarse día tras día en mezquindad. El torneo del Toro de la Vega es sólo un ingrediente de una lista tan negra como la más negra España, esa cuya mancha no sale ni con detergente ni con elecciones.

El pasado sábado, en la multitudinaria manifestación convocada por PACMA en Madrid en contra de esta salvajada disfrazada de festejo y tradición, se gritó, entre otras proclamas, que éramos la voz de los animales. Y lo éramos. Pero también, y sobre todo, éramos la voz de las personas sensatas, inteligentes, con corazón para reconocer lo que está mal, cerebro para querer cambiarlo y valor para denunciarlo. Quizás peque de antropocentrista en esta era en la que el veganismo, el antiespecismo y el animalismo cobran nuevos bríos, pero creo que nuestra especie está en peligro y debe ser rescatada de sí misma antes de que sea tarde. Para ello, una tradición tan indigna y humillante -insisto, tanto para el toro como para nosotros- en la que el único objetivo es asustar, acorralar y herir hasta la muerte a un ser vivo indefenso debe ser abolida de inmediato. Pero donde hay patrón no manda marinero, y los cafres de Tordesillas no son más que la punta de lanza del iceberg. Los otros, los realmente peligrosos, no se manchan los zapatos de barro ni se ponen al alcance de los cuernos, ni se arriesgan innecesariamente a clavarse una astilla en la palma de la mano, esa misma que utilizan para contar votos y billetes, y hacer la peineta a los ciudadanos mientras les quitan el pan y les dan el circo. Porque saben que si el circo se acaba, la falta de pan será más obvia, y entonces quién sabe al costado de quién dirigirían esas mismas lanzas. En ese sentido los romanos, qué duda cabe, fueron mucho más listos. Aunque viendo el panorama, tampoco estoy descubriendo nada.

Elegido ha muerto o está a punto de hacerlo. Ha triunfado de nuevo la ignominia, pero hay lugar para la esperanza. Manifestaciones como la del sábado son síntoma de que algo está cambiando en la sensibilidad de la gente. Las nuevas generaciones tienen mayor acceso a la información que sus padres, y con ello, la capacidad de decidir qué mundo quieren dejar a sus hijos. Soplan aires nuevos en mitad de la tormenta, y lo que antes era así porque sí, ya no tiene por qué serlo. Las denuncias han llegado más lejos que nunca y parece que ese continente que tenemos ahí al lado llamado Europa se las está tomando en serio.

Hay motivo para pensar que este será el último año en que unos claven lanzas y otros las rompamos. Pero si no fuera así, el torneo contra la sinrazón y la falta de valores continuará cada vez con más fuerza.


Hasta que podamos decir: adiós, espantapájaros descerebrados. No os echaremos de menos.

martes, septiembre 09, 2014

NAZIS, NAUFRAGIOS Y CREMA NIVEA

Es un tópico eso que dicen: los escritores nunca tienen vacaciones. Un tópico, sí, pero también una verdad como un zigurat babilónico. La cabeza del contador de historias siempre está al acecho de ese detalle, ese lugar o esa leyenda que sirva como espoleta para un nuevo relato. A veces, a su pesar.

El cuerpo está echado sobre una tumbona enfrente del mar, sin nada que perturbe la tranquilidad de quien sólo busca unos días de descanso. El olfato percibe el salitre, el aroma de la crema bronceadora, los efluvios del aceite del chiringuito cercano, mientras el oído se distrae con el rumor de las olas o los retazos de conversaciones en distintos idiomas que trae el viento. Es al levantar la vista cuando suena la alarma. Una forma oscura y cilíndrica en el horizonte, algo que no parece natural, ni de esta época. Entonces el veraneante se incorpora y camina a lo largo de la playa hasta situarse ante la mole de cemento, en la que la mente del novelista ve un misterioso testimonio de otro tiempo, o, dicho de otro modo, un arca llena de historias. Y de preguntas.

Pero uno sólo quería un día de playa y vuelve a su tumbona, aunque con el dichoso edificio de cemento en la cabeza. ¿Qué era? ¿Quién lo construyó? ¿Cuándo? Y last but not least, ¿para qué? La abeja de la curiosidad clava con saña su aguijón, y para olvidarse de ella, nuestro personaje se levanta y echa a andar en dirección contraria. ¿Hacia dónde? Quién lo iba a decir: hacia un gran objeto de extraña forma que sobresale del agua, a unos veinte metros de la orilla. ¿Es un pecio? ¿Es un avión? Es otro motivo para que la imaginación se dispare.

Entonces llega la hora de volver al hotel, donde el portátil (que haciendo honor a su nombre, se vino con nosotros en vez de quedarse cuidando la casa) y el wifi se empeñan en responder a las preguntas suscitadas por los descubrimientos del día. Y uno se entera de que el edificio de cemento es un búnker que data de la Guerra Civil, y que la playa en la que se encuentra pudo servir de refugio a los nazis que Franco invitó cuando los aliados les dieron para el pelo en la otra guerra. Y el objeto semisumergido son los restos de un vapor que naufragó en 1902. Y se empiezan a mezclar cosas en una amalgama que termina en una libreta, con la intención de investigar el asunto más a fondo, sólo por curiosidad, aunque hay muchas posibilidades de que aquello se quede flotando en el éter de las historias por escribir, esperando su momento. 

A estas alturas, el escritor da por finalizadas sus vacaciones. O tal vez, por el contrario, note que estas acaban de empezar.
El sufrido escritor-veraneante frente al búnker de la playa de los Alemanes.

Restos del vapor Gibralfaro en la playa de Atlanterra.




martes, julio 08, 2014

LA LARGA MARCHA

Recuerdo que cuando en 2006 cierto sello editorial publicó la primera aventura de Jaime Azcárate, servidor iba a los centros comerciales para vigilar a la gente y observar sus reacciones ante la novela. Había de todo: quienes la ignoraban del todo (los que más), quienes la cogían para leer la sinopsis y volver a dejarla (seguramente preguntándose quién era el Jorge Magano ese), y había algunos que incluso la compraban. Pero aunque la novela gozó de cierto éxito en sus primeras semanas y con el tiempo se convirtió en una especie de obra de culto (entiéndase como tal aquella obra literaria que sin ser apenas conocida por el gran público cuenta con numerosas reseñas, debates y comentarios -la mayoría positivos- en internet), lo que jamás sucedió fue que la gente acudiera en masa a comprarla y reclamara con fervor una continuación inmediata de las peripecias de este aventurero español con tantos recursos para enfrentarse a misterios históricos como carencias para desenvolverse en sociedad.

Y a mí eso me fastidió. Yo creé al personaje para que la gente lo conociera, lo amara y no pudiera vivir sin leer sus aventuras. Pero no. Cuando la edición se agotó, la gente siguió con su vida como si tal cosa. Fue una dura pero valiosa lección de realidad.

Años después, recuperados los derechos, decidí darle a la novela una segunda oportunidad y la publiqué en Amazon a través del sistema KDP. Eso consiguió que llegara a más gente de lo que la distribución tradicional permitió en su momento y lentamente fue alzándose hasta los primeros puestos al tiempo que recibía comentarios positivos. Pero lo más importante es que al personaje le salieron seguidores que se sumaron sin dudarlo a compartir con él su segunda aventura.

El proceso fue lento pero constante. Desde que las puse a disposición de todo aquel que quisiera acercarse a ellas, las novelas no han dejado de venderse y de cosechar buenas críticas. El personaje funcionaba y yo estaba más feliz que Cleopatra sumergida en leche de burra.

Lo que no podía esperar de ninguna manera era el entusiasmo con que ha sido recibida su tercera aventura: La mirada de piedra, que en menos de una semana se ha posicionado en los primeros puestos de ventas, tanto del ranking general como de las categorías de Acción y aventura y Policiaca, negra y suspense. Tampoco las excelentes críticas cosechadas en tan poco tiempo, tanto en la página de Amazon como en foros y blogs literarios o en mi propio correo electrónico, ni el modo en que esto ha generado un efecto de arrastre que ha revitalizado el movimiento de las otras dos novelas, no sólo en España, sino también en otros países (hace poco me sorprendí viendo una entusiasta crítica de "La Isis dorada" ¡en inglés!).

Hace mucho, mi editora de Suma (luego de Espasa) me dijo que esto de escribir era en la mayoría de los casos una carrera de fondo. Tenía razón. Es difícil empezar con un pepinazo, y yo diría que es incluso contraproducente. Un éxito prematuro y apabullante puede ser difícil de manejar y condicionar al autor a la hora de afrontar sus siguientes trabajos. En mi experiencia, lo mejor es empezar lento pero seguro, dejando que tus obras y tus personajes vayan haciendo amigos; trabajando duro para que tus historias lleguen a la gente de una manera u otra, aportando algo diferente al panorama literario (perdón por la pedantería) y creando a tu alrededor un grupo más o menos numeroso de lectores. Conseguir tu público, vaya.  El resto viene solo.

Han tenido que pasar siete años, pero las aventuras de Jaime Azcárate se han convertido en un referente para los lectores que buscan una mezcla rigurosa de suspense, humor y aventura.

Y a la bañera de Cleopatra le han añadido varios litros más de leche.


Fuente de la imagen: la cabeza del autor mientras dormía (2006)


domingo, junio 22, 2014

MEDUSAS DE AYER Y DE HOY

Pues sí, ya no es un secreto. LA MIRADA DE PIEDRA (Una aventura de Jaime Azcárate) aborda desde un punto de vista artístico el tema de Medusa, la monstruosa mujer de la mitología griega que peinaba serpientes en lugar de cabellos y convertía en piedra a todo aquel que la mirara a los ojos. Dicho esto es imposible no pensar en ciertos referentes cinematográficos.

Viendo las dos versiones de FURIA DE TITANES (la de 1981 y la de 2010) se extraen interesantes conclusiones. Dejando a un lado los efectos especiales, la diferencia más llamativa estriba en que en la más antigua priman el suspense y el terror, mientras que en la más reciente sólo interesa la acción desatada y la espectacularidad. Dicen que la primera se ha quedado vieja, pero a mí no me lo parece. En cambio la segunda no se distingue mucho de un anuncio de coches o del Mundial de fútbol.

¿Con cuál os quedáis?



viernes, junio 20, 2014

LA MIRADA DE PIEDRA. SINOPSIS Y DISEÑO DE CUBIERTA

He aquí la cubierta y la sinopsis de la nueva aventura de Jaime Azcárate, a la venta en e-book y en papel a partir del 26 de junio. ¿Nerviosos? ¿No? Eso es que no sois el autor.

El diseño es de Gonzalo Jerez, "El Selenita", que ya colaboró en la cubierta de Museum y con quien ando preparando más sorpresas para diversión vuestra y, sobre todo, nuestra.

Espero que os guste.


miércoles, junio 18, 2014

EL VIAJE DEL ESCRITOR

El título de esta entrada es el de un libro de Christopher Vogler que os recomiendo si queréis saber cómo se construyen las historias que llevan cautivando a los seres humanos desde hace milenios. Pero hoy no quiero hablar de eso, sino de una cuestión que lleva años atormentándonos a todos. ¿Debe el escritor escribir sobre lo que conoce o sobre lo que no?

La respuesta es muy sencilla. El escritor lo único que debe hacer es escribir. Si lo hace sobre su vida, sobre la de otros o sobre los bacilos de Doderlein es asunto suyo. Lo único importante es que esté convencido de lo que escribe, sea esto el drama de un taxista sin clientes o una aventura galáctica ambientada en el año seis mil y pico. Creo que el escritor novel sí debería centrarse en lo que mejor conoce, pero si tienes ya dos o tres novelas escritas y publicadas, es hora de mover el culo. El óxido es un enemigo mortal del escritor.

¿Pero mover el culo adónde? ¿Es cierto que hay que viajar mucho para ser escritor?

Pues hombre, depende de lo que escribas. Si sólo te interesa tu entorno inmediato, viajar está bien pero no es imprescindible para tu oficio. La cosa cambia si quieres escribir novelas de aventuras o thrillers ambientados en lugares lejanos.

Famosa (y sospecho que falsa) es la creencia de que Julio Verne escribió sus visionarias historias sin salir de Francia. Sí es verdad que Matilde Asensi tiene pánico al avión y reconoce que se documenta  únicamente a través de libros y de internet. Juan Gómez-Jurado y Fernando Gamboa son viajeros expertos que optan por desplazarse a los lugares donde van a situar la acción de sus historias, que suele ser mucha y movida. Por lo que a mí respecta, jamás escribo sobre un lugar en el que no haya estado. No se trata de un código de honor ni nada por el estilo. Verne, Asensi y muchos autores de thrillers y novelas de aventuras escriben relatos extraordinarios sobre tierras remotas sin haber estado allí. Lo mío es una especie de promesa que me hice cuando empecé a pulsar teclas para contar historias y que aún no he tenido la ocasión ni las ganas de romper. Bueno, una vez lo hice, pero enseguida me arrepentí. Lo siento. Me he equivocado. No volverá a ocurrir.

En realidad fue algo gradual. Mi primera novela, La Isis dorada, se desarrolla íntegramente en Madrid, por lo que un simple metrobús fue suficiente para cubrir el proceso. Donde nacen los milagros tiene lugar en Sepúlveda y las tierras del sur del Duero, zona que conozco desde niño y que me inspiró esa historia sobre santos eremitas y talismanes mágicos. Mi primera novela ambientada en zona anglosajona, Fabuland, nos trasladaba a un mundo fantástico (aunque parte de su ambientación se me ocurrió mientras trabajaba en Teruel) y en dos ciudades de Estados Unidos en las que pasé un verano: Ypsilanti (en el estado de Michigan) y Chicago. La mayor parte de la trama de Museum ocurre en Madrid (trabajé dos años en un famoso museo de la capital), aunque hay pasajes que transcurren en Bruselas, cuidad a la que he viajado en más de una ocasión. ¿Podría haber ubicado estos capítulos en cualquier otra ciudad europea? Lo cierto es que sí, pero quise aprovechar una que conociera más o menos bien. Parece una tontería, pero si no has estado allí, el lector lo huele. Y si no sabes que Bruselas no huele a coles sino a goffre... ay, amigo, estás muerto.

Es curioso el caso de mi próxima novela, La mirada de piedra, cuyo argumento llevo gestando en mi cabeza desde 1997. Aunque podría tirarme el pisto y decir que mientras preparo una trama organizo viajes para documentarme, la verdad es muy distinta, aunque no por ello menos excitante.

Os cuento: tengo la suerte de haber viajado mucho en mi edad adulta. De pequeño mis padres sólo me llevaban a dos sitios: la playa o la montaña, pero desde que me salieron pelos en los brazos he conocido lugares como Grecia, Italia, Egipto, Noruega, Canadá, Estados Unidos, Irlanda, Gran Bretaña, Bélgica, Suiza, Tailandia (en luna de miel) o Marruecos, y en todos ellos he encontrado localizaciones, ambientes o historias que merecían formar parte de una novela. Algunas ya están contadas, otras lo serán algún día; y otras, nunca. Lo interesante es el momento en que sucede. A veces no sabes lo que es, pero tu cabecita excéntrica hipersensible reconoce que ahí hay algo que desde ese momento entra a formar parte del círculo privado de tus neuronas creativas y, tal vez, de tu bloc de notas.

Son cuatro las ciudades que aparecen en La mirada de piedra, y cada una de ellas la he conocido en un momento distinto de mi vida. Cuando a mediados de la década del 2000 una ex novia me regaló un viaje a Atenas y visité el puerto de El Pireo, supe que algún día ese lugar de increíble importancia histórica y marítima aparecería en alguno de mis libros. Años después ocurrió lo mismo con Verona, ciudad a la que acudí de viaje de aniversario con Laura, mi mujer, para asistir a un concierto de Ennio Morricone. La cabeza del escritor sigue pautas un tanto anormales, y en ese emplazamiento invadido por el romanticismo de Romeo y Julieta lo que se me ocurrió fue una espectacular persecución nocturna a orillas del río Adigio. La tercera ciudad la conocí hace pocos meses. Se trata de Cagliari, al sur de Cerdeña. Un lugar maravilloso rodeado de monumentalidad y vida al que trasladé parte de la acción de La mirada de piedra que, en una primera versión y habiendo incumplido mi promesa (nunca mais), había situado en Palermo, ciudad que aún no han pisado mis pies. Añadamos a este trío de ciudades la soriana El Burgo de Osma, donde hace bastantes años pude comprobar en mis propias carnes lo que siente un indigente obligado a pasar una noche entera al raso, y ya tenemos novela.

Del argumento y otros detalles hablaré en otro post. Por ahora espero que al leerla podáis oler, sentir y saborear los ambientes descritos en ella. La documentación es tarea relativamente sencilla que se puede hacer sentado ante un teclado, pero la verdad de los sitios, las sensaciones que estos provocan, sólo pueden ser transmitidas si el escritor ha estado allí. Aunque su cabeza estuviera ya en otro lugar con olor a cerveza papel y tinta fresca.





De vigía en El Pireo




Haciendo un casting de monstruos mitológicos. Al final Medusa venció a Minotauro. Otra vez será, cornudo.



 En Verona. Pensando en tirar a alguien al río Adigio.


Verona. Balcón de Julieta.



Museo de Castelvecchio (Verona) Aquí van a pasar cosas.


  Gorgoneion en el Museo Arqueológico de Cagliari (Cerdeña). ¿Casualidad? Vamos, anda.


El castillo de El Burgo de Osma. Buen sitio para un asesinato. (Foto robada de internet y de pésima calidad, por cierto)





sábado, abril 12, 2014

CARICIAS Y CICATRICES

No querría escribir esta entrada por tres razones. La primera, porque el suceso que la motiva no tendría que haber ocurrido. La segunda, porque tengo miedo de no estar a la altura. La tercera, porque superado el dolor de los primeros días sólo quedan tristeza, resignación y melancólicos recuerdos. Y ni la tristeza, ni la resignación ni la melancolía son tan literarios como el dolor en su estado más cruel. Ni yo me siento capaz de expresar con palabras sentimientos tan intensos como los que han marcado nuestras vidas en los últimos meses.

Permitidme que os la presente. Se llamaba Valentina y fue el primer gato que me atreví a coger en brazos. Era grande, bicolor y muy pulcra; amante de la comida, enemiga del ejercicio físico y fan del cine en blanco y negro, particularmente del europeo. Mientras que la tele en general le provocaba indiferencia, ante las películas de Fellini, Visconti o Rossellini demostraba una concentración impropia en una gata y hasta en un ser humano. Siempre tuvimos la sospecha de que sus ancestros eran italianos, y ahora estamos seguros de que lo eran. Después de interrogar al portero del edificio donde Laura, mi mujer, vivía cuando la encontramos, hemos podido saber que el ingrato dueño que la abandonó en la escalera regresaba a su patria italiana cuando la dejó en manos del destino. Y éste, en las nuestras.



 No es tontería lo del destino. Si Sara Baras no hubiera actuado esa noche en Madrid; si para el evento Laura no se hubiera puesto esos zapatos de tacón en sus pies, ya maltratados durante interminables caminatas por esta y otras ciudades; si no se hubiese roto el metatarso y no se hubiera visto obligada a pasar un tiempo postrada en una silla de ruedas, aquella noche de verano en que decidimos salir a cenar podría haber bajado en el ascensor y no en el montacargas. Pero entonces no la habríamos visto allí, en el rellano del segundo piso, asustada al principio pero mimosa en cuanto comprobó que no éramos una amenaza sino una fuente de comida, amistad y cuidados. Ninguno de los tres sospechaba que seis años más tarde, tras muchos episodios felices y tres mudanzas, nos veríamos envueltos en aquella  inesperada odisea de trágico desenlace. 


El rellano donde la vimos por primera vez.



Todo empezó con un moco y una legaña, algo habitual en la mayoría de los animales cuando se resfrían, pero que en los gatos puede ser síntoma de algo peor. Y lo fue. Valentina tenía cáncer. Un tumor que provocó una gran masa en su cavidad nasal y que afectó a su sentido del olfato. Un gato que no huele es un gato que no come, y un gato con problemas gastrointestinales que no come, muere en pocas horas. Su situación se empezó a complicar, y la nuestra también. Hubo que ponerle un tubo gástrico para alimentarla y establecer un rígido programa de medicación. Nosotros dormíamos lo justo, y ella alternaba la excitación de los corticoides con la apatía de los analgésicos. Cada vez pasaba más tiempo en la clínica, con problemas respiratorios, deshidratación y babeo. La bella Valentina, la que llamaba la atención de los peatones las pocas veces que la sacábamos a la calle, se había convertido en una copia sucia y arrugada de sí misma. Hubo un momento en que pareció recuperarse del todo y eso nos hizo albergar esperanzas; pero el necesario cambio de medicación volvió a sumirla en un estado incómodo para ella y descorazonador para nosotros, que, sin embargo, continuamos suministrándole sus medicinas y sus cuidados sin rechistar, lo cual supuso una sorpresa y un autodescubrimiento de mi "yo" menos egoísta e irresponsable (características que, de por sí, son consustanciales a mi "yo"; o eso creía).

Hasta que la oncóloga que la trataba nos dio una mala noticia: “La situación de Valentina es más complicada de lo que creíamos”. Y también una esperanza: “El tratamiento con más posibilidades de curación para ella es la radioterapia”. Y una dificultad: “En España no hay radioterapia curativa para gatos”. Y una solución: “Pero en Suiza sí”.

Seguramente este habría sido el final del camino para muchos. La mayoría de la gente, por mucho que quiera a sus mascotas, no tiene la posibilidad o los medios para poder pasar tres semanas en Suiza y costear el tratamiento. Por suerte, nosotros llevábamos tiempo ahorrando para un piso: un sitio con techo, paredes y suelo. Creo recordar que ni Laura ni yo tuvimos la menor duda de lo que debíamos hacer. De techos, paredes y suelos estaba el mundo lleno. Lo sabemos porque cada noche, desde siempre, dormimos sobre un suelo, bajo un techo y rodeados de paredes, aunque estos hayan cambiado ya varias veces y, afortunadamente, vayan a seguir cambiando. Sin embargo Valentina sólo había  una, y si no intentábamos salvarla la perderíamos para siempre. Eso era lo único seguro entonces.

Siempre he pensado que la vida es mucho más de lo que nos cuentan. En mis casi 38 años de existencia sólo he seguido el compás de mi canción, sin dejar de escuchar otras melodías, pero siempre fiel a la mía. He huido de las convenciones, las imposiciones, los “esto es lo mejor” y “esto es una locura”. Lo que Laura y yo estábamos dispuestos a hacer por Valentina era una locura, pero para nosotros no había decisión más sensata. La mayoría de la gente haría lo que fuera por un familiar o un ser querido, y Valentina para nosotros no era  simplemente un gato. Era un individuo con personalidad y carácter propios, intransferibles, que además formaba (forma) parte de nuestra vida y tenía (tiene) un significado especial para nosotros por el modo en que apareció y permaneció (permanece) a nuestro lado.

Lo que viene a continuación lo recuerdo con lágrimas en los ojos. Los preparativos, la emoción, los nervios, y sobre todo la esperanza de que todo saliera bien, de que el esfuerzo diera sus frutos. De que la buena fortuna velara por quienes arriesgan, apuestan y se sacrifican por las causas justas, aunque la realidad diaria nos demuestre que no suele ser así. En este párrafo, el dolor que parecía diluido cuando comencé a escribir regresa con nuevo vigor. La vida vuelve a demostrar su crueldad, su carácter imprevisible, su juego trágico y caprichoso. Durante el trayecto Laura y yo fantaseábamos con la idea de que esa road movie protagonizada por una mujer, un hombre y una gata tuviera un final feliz y sirviera de ejemplo y de ilusión a quienes alguna vez se vieran en una situación parecida. El de Valentina sería un caso famoso: el de dos humanos y un animal que jugaron y ganaron. Otra esperanza truncada.

Fue un viaje lleno de emociones, de miedo, de optimismo, de humor y amor en estado puro. Quien tenga pareja sabe que los viajes, sobre todo si son largos, conforman un caldo de cultivo ideal para las discusiones, las broncas y los malos rollos. No hubo nada de eso durante las dos semanas largas que pasamos allí. Al contrario, casi todo fueron alegrías. Ver cómo Valentina mejoraba a los tres días de tratamiento, su mucosidad disminuía y su apetito aumentaba (ya no necesitaba el tubo); permitirnos el lujo de cenar media pizza junto al lago Zug (una de las ciudades más caras y con menor índice de paro de Europa) tras muchos días racionando en la habitación del hotel los escasos comestibles (ensalada y queso, principalmente) que comprábamos en Lidl; un par de visitas a Lucerna, donde todo era sol, civismo y felicidad, casi unas vacaciones. No era para menos: aunque siempre albergamos el temor de volver a casa con una caja llena de cenizas, no iba a ser así. Ya teníamos claro que volveríamos con ella viva, y aunque habría que seguir con tratamientos y medicación, todo indicaba que habíamos salido victoriosos de la primera batalla. Que el esfuerzo había merecido la pena.


Entonces alguien abrió la caja de las desgracias. Valentina, nadie sabe cómo ni por qué, comenzó a cojear de una pata, a mostrar síntomas de dolor, de apatía y de malestar. Las radiografías mostraron un desgarro severo en su hombro derecho que no tenía explicación. La doctora que la trataba en Suiza nos recomendó que regresáramos a casa lo antes posible, que ella se sintiera cómoda de nuevo, que olvidara las visitas al hospital por un tiempo. Eso no pudo ser. Desde entonces el estado de Valentina no hizo más que empeorar: dejó de comer, regresaron los mocos (supuestos efectos secundarios de la radioterapia) y su cojera se extendió a otras patas. Pasaba el día inmóvil, tirada en el suelo, incapaz incluso de desplazarse a su arenero. Su carácter, tranquilo y cariñoso, se volvió arisco, el de alguien que ha sufrido demasiado y sólo quiere irse en paz. Creo que desde que volvimos a España pasó más tiempo en el hospital que fuera de él. Los veterinarios sugirieron la posibilidad de dejar de tratarla, pues su calidad de vida era ya ínfima y el estrés al que seguíamos sometiéndola no hallaba compensación en lo poco que los medicamentos parecían hacer por ella. Pasó el último fin de semana ingresada y en observación. Nadie sabía qué le pasaba, por qué se había deteriorado tanto en tan poco tiempo. Y probablemente nunca lo sabremos.

El corazón de Valentina dejó de latir la mañana del domingo 6 de abril, y los nuestros con el suyo. El recuerdo del viaje a Suiza se enturbió. La luz se convirtió en tinieblas. La alegría, en profunda tristeza. El cielo, en infierno. 

El miércoles fuimos al crematorio a recoger sus cenizas, que hoy reposan en un bote metálico, en lo alto de una estantería de la misma habitación donde tantos cuidados le dimos, y donde, cuando estaba bien, pasaba el tiempo asomada a la ventana, maullando a los pájaros. Fue entonces, al ver cómo esa criatura pulcra, peluda y mullida de increíbles ojos verdes había quedado reducida literalmente a cenizas, cuando por primera vez fui consciente de que no volvería a verla. Es una sensación triste y extraña que no había tenido hasta ahora. Quitando a mis dos abuelos varones (a los que apenas conocí, a uno por ser yo demasiado pequeño y al otro por falta de trato), es la primera vez que pierdo a un miembro de mi familia. Porque Valentina era eso. Un miembro de la familia que llegó a nuestras vidas de casualidad y se fue tras seis años de felicidad recíproca y tres meses de lucha infatigable que al final la obligaron a rendirse, dejándonos a cambio una profunda pena por su marcha, pero la alegría de haberla conocido. Y, en mi caso, de haberme reconciliado con esos seres de mala prensa a los que, para colmo, era alérgico y ahora soy adicto.

La vida da y quita, y eso ha hecho con Valentina. Nos dio todo y nos quitó mucho. Pero si algo tengo claro desde hace tiempo es que este breve viaje no es más que una colección de vivencias que a veces te acarician y otras veces te hieren. La historia de Valentina nos ha dejado miles de caricias y una sola herida, profunda y dolorosa, que algún día se cerrará convirtiéndose en una cicatriz tan hermosa e imborrable como ella.

El viaje continúa y ella camina a nuestro lado. Para siempre.