miércoles, mayo 18, 2011

AZARES LITERARIOS



No hace mucho tiempo, le envié a mi editora de Espasa el manuscrito de una novela que había escrito con el fin de que le echara un vistazo y me diera su opinión. Ella, solícita y amable como es, comenzó su lectura, pero me confesó que tuvo que abandonarla a la mitad porque entre medias se le había cruzado una de César Mallorquí que requería toda su atención. Obviamente, el tal Mallorquí me cayó como un tiro, pero lo acepté con resignación. ¿Qué otra cosa podía hacer?

Algunos meses después, la misma editora tuvo el detalle de regalarme un ejemplar de la novela de Mallorquí, titulada "El juego de los herejes". Y debo reconocer que disfruté enormemente con su lectura, pues me dio a conocer a un autor con el que comparto ciertas inquietudes e intereses: el género negro, el humor costumbrista, los misterios paganos y religiosos, etc. Investigando un poco más, tuve conocimiento de que César Mallorquí, aparte de hijo del creador de El Coyote, es un consumado autor de literatura juvenil, y dado que mi agente me repite con frecuencia que debería volcar mi energía creativa en esa dirección, decidí seguirle la pista, lo que me llevó a adquirir una extraña, fascinante y divertidísima novela titulada "El viajero perdido", cuya lectura recomiendo a jóvenes y adultos.


Pues bien. El domingo pasado, como tenemos por costumbre, mi futura y yo salimos a dar un paseo por Madrid y, como no podía ser de otra manera, yo lo hice con este libro en la mano, pues aún no había finalizado su lectura. En un momento determinado pensé en lo mucho que me gustaría coincidir algún día con César para comentarle lo mucho que me interesa su obra y los buenos ratos que ésta me hace pasar. Hasta ahí todo normal. Desde que empecé en esto de la escritura he tenido la suerte de conocer y tratar a numerosos autores a los que admiro, por lo que tampoco estaba pidiendo la luna. Lo curioso del asunto es que, tras el paseo dominguero, mi futura y yo decidimos ir al cine a ver la última película de Woody Allen. Mientras ella se ocupaba de unos asuntos cuya naturaleza está vedada a los novios, me dirigí a sacar las entradas para la sesión de las ocho. Y en el vestíbulo del cine, me encontré con César Mallorquí.


Supongo que se me caería la mandíbula al suelo, pero, aunque intercambiamos una breve mirada, él no debió de preocuparse mucho por ese joven barbado que lo observaba perplejo, pues se limitó a bajar las escaleras que conducen a las salas dispuesto a disfrutar de su película, cualquiera que esta fuese. Eran las seis de la tarde.


Casi dos horas más tarde nos cruzamos de nuevo, él saliendo y yo entrando. Mi timidez y la lógica sensación de que aquello no podía estar ocurriendo realmente me impidieron decirle nada, pero esa misma noche le escribí un correo electrónico a la dirección que aparece en su blog. Y, en efecto, al día siguiente me respondió que sí, que había estado en esos cines a esa hora para ver la última película de Woody Allen; y añadía como cita que "el azar es la única fuerza de la naturaleza con sentido del humor".


Razón no le falta, porque a esa sorprendente casualidad empecé a sumarle factores que la convertían en un auténtico fenómeno paranormal indudablemente urdido por el destino. Y digo esto basándome en el hecho de que la película que vimos (él a las 18:00 y yo a las 20:00) trata sobre un escritor que una noche coincide con sus autores favoritos; con la particularidad de que esos autores pertenecen a una época pasada. ¿No es sumamente raro que yo, Jorge Magano, escritor, coincidiera en el mismo lugar con César Mallorquí, escritor favorito, en la misma sala pero en tiempos diferentes?


Sigo pensando en ello: en si el destino (tema central, por cierto, de la novela de César) tuvo algo que ver o si todo responde a una feliz casualidad.

Sea como sea, esta curiosa anécdota sazonada de teorías paranoides y conspiratorias, me acompañará ya durante el resto de mi vida. Que no es poco.

1 comentario:

  1. Qué buena historia Jorge, a mí me pasó algo muy parecido y, además, en el cine.
    Acababa de leer "Click" de Javier Moreno, cuando una tarde se sentó junto a mí en el cine. Tuve que preguntarle si era él para creerme tanta casualidad jaja.

    Un saludo.

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