jueves, mayo 26, 2011

Cómo no publiqué mi segundo libro



Hace algo menos de tres años, en este mismo blog, expliqué cómo había logrado publicar mi primera novela. La crónica completa de ese acontecimiento que marcó un antes y un después en mi vida (no así en la historia de la literatura) podéis encontrarla aquí y aquí.


Hoy, en parte motivado por las cuestiones que me plantean algunos de mis alumnos del Taller de Carmen Posadas y en parte porque me apetece, me disponía a explicar cómo conseguí publicar la segunda. Pero entonces he reparado en que estaría faltando a la verdad y que esta saga estaría incompleta si no introdujera este capítulo a modo de entremés que, con tanto acierto como escasa inspiración, he titulado: "Cómo no publiqué mi segundo libro".


Y es que, en contra de la popular creencia de que una vez que has metido la cabeza en el mundillo el éxito es imparable, la verdad es mucho más dura. A no ser que tu primer libro tenga un éxito arrollador, lo cierto es que publicar el segundo te va a costar tanto o más que el primero. Esto es así porque si tu primer libro ha tenido un éxito modesto, bajo o nulo, el editor que sacó el primero ya no va a apostar tan fuerte por ti. A no ser, claro, que vea en esta segunda criatura una gallina de huevos de oro que, ni por asomo, adivinaba en la primera. Pero ya te digo yo que eso no es lo habitual.


"La Isis dorada" no fue un pelotazo, pero tampoco un fracaso total. Vendió toda la edición, hizo amigos, lo publicaron en Italia y cosechó buenas críticas. Estoy seguro de que si las condiciones editoriales hubieran sido otras (ver primeras entregas de esta serie de posts) la cosa habría ido mejor. O quizás no, pero un escritor debe darse ánimos a sí mismo. No hay actividad más solitaria, así que si no nos basta nuestro autoconsuelo, apaga y vámonos. El caso es que, emocionado por las muestras de cariño y entusiasmo de mis lectores, no tardé mucho en ponerme a trabajar en la segunda aventura protagonizada por Jaime Azcárate, que con el título de "Donde nacen los milagros" llevaba a nuestro héroe a tierras de Segovia en busca de una reliquia bíblica relacionada con los santos eremitas que en tiempos habitaron aquella región.


Como es lógico, cuando estuvo acabada lo intenté en la misma editorial que había publicado La Isis, pero no recibí demasiada atención. Los directivos del sello habían cambiado y ahora se trataba de impulsarlo en otra dirección, por lo que las novelas de un joven y desconocido autor no eran en ese momento prioridad para nadie.


Mi gozo en un pozo.


Lo intenté entonces por otras vías, pero los resultados fueron idénticos. Como dato curioso cabe decir que una reputada (en ambos sentidos) editorial especializada en novela de género, se interesó por el manuscrito. Pocos meses después fue a la quiebra. Aun a día de hoy sigo pensando que menos mal que no llegué a tratar con ellos o habría creído que fue por mi culpa.


Por esas fechas, un amigo mío, prestigioso autor de best-sellers internacionales y ganador de un importante premio literario, me hizo el honor de leer "La Isis dorada" y recomendarme a su agente, una de las más grandes de España. Fue sorprendente con qué rapidez esta mujer se puso en contacto conmigo y me pidió que le enviara toda mi obra (la publicada y la inédita), pero aún más sorprendente fue cómo, en cuestión de pocas semanas, consiguió un contrato de publicación para "Donde nacen los milagros"... ¡en una de las editoriales que la había rechazado! Ese día me pareció que la vida era el juego más fácil del mundo.


Pero cualquiera que esté leyendo estas líneas sabe que no lo es. Y yo fui testigo de ello cuando, a pesar de haber firmado el contrato y cobrado el anticipo (el anticipo... ¿recuerdan aquellos tiempos?), la primavera dio paso al verano, éste al otoño, llegó al fin el invierno, otra vez la primavera... en fin, que el ciclo se repitió y no hubo ninguna señal de que el libro fuera a salir a la venta. Contrariados por la falta de información por parte de la editorial, mi agente y yo decidimos rescindir el contrato y recuperar los derechos.


"Donde nacen los milagros" volvía a quedarse huérfana.


Durante un par de años la novela ha estado en coma, dentro de un cajón (bueno, de un disco duro), durmiendo el sueño de los justos. Pero, por antojos del destino, no hace mucho ha regresado al despacho del editor que la rechazó, la aceptó y nunca la publicó. ¿Será esta la oportunidad definitiva de ver de nuevo a Jaime Azcárate en acción o su reinado de improbables aventuras se inició y culminó con "La Isis dorada"? Quizás algún día tengamos la respuesta.


Sin embargo, aproximadamente en mitad de los acontecimientos arriba narrados, ocurrió algo extraordinario: conseguí publicar (ahora sí) mi segundo libro.


Pero de eso hablaremos otro día.

miércoles, mayo 18, 2011

AZARES LITERARIOS



No hace mucho tiempo, le envié a mi editora de Espasa el manuscrito de una novela que había escrito con el fin de que le echara un vistazo y me diera su opinión. Ella, solícita y amable como es, comenzó su lectura, pero me confesó que tuvo que abandonarla a la mitad porque entre medias se le había cruzado una de César Mallorquí que requería toda su atención. Obviamente, el tal Mallorquí me cayó como un tiro, pero lo acepté con resignación. ¿Qué otra cosa podía hacer?

Algunos meses después, la misma editora tuvo el detalle de regalarme un ejemplar de la novela de Mallorquí, titulada "El juego de los herejes". Y debo reconocer que disfruté enormemente con su lectura, pues me dio a conocer a un autor con el que comparto ciertas inquietudes e intereses: el género negro, el humor costumbrista, los misterios paganos y religiosos, etc. Investigando un poco más, tuve conocimiento de que César Mallorquí, aparte de hijo del creador de El Coyote, es un consumado autor de literatura juvenil, y dado que mi agente me repite con frecuencia que debería volcar mi energía creativa en esa dirección, decidí seguirle la pista, lo que me llevó a adquirir una extraña, fascinante y divertidísima novela titulada "El viajero perdido", cuya lectura recomiendo a jóvenes y adultos.


Pues bien. El domingo pasado, como tenemos por costumbre, mi futura y yo salimos a dar un paseo por Madrid y, como no podía ser de otra manera, yo lo hice con este libro en la mano, pues aún no había finalizado su lectura. En un momento determinado pensé en lo mucho que me gustaría coincidir algún día con César para comentarle lo mucho que me interesa su obra y los buenos ratos que ésta me hace pasar. Hasta ahí todo normal. Desde que empecé en esto de la escritura he tenido la suerte de conocer y tratar a numerosos autores a los que admiro, por lo que tampoco estaba pidiendo la luna. Lo curioso del asunto es que, tras el paseo dominguero, mi futura y yo decidimos ir al cine a ver la última película de Woody Allen. Mientras ella se ocupaba de unos asuntos cuya naturaleza está vedada a los novios, me dirigí a sacar las entradas para la sesión de las ocho. Y en el vestíbulo del cine, me encontré con César Mallorquí.


Supongo que se me caería la mandíbula al suelo, pero, aunque intercambiamos una breve mirada, él no debió de preocuparse mucho por ese joven barbado que lo observaba perplejo, pues se limitó a bajar las escaleras que conducen a las salas dispuesto a disfrutar de su película, cualquiera que esta fuese. Eran las seis de la tarde.


Casi dos horas más tarde nos cruzamos de nuevo, él saliendo y yo entrando. Mi timidez y la lógica sensación de que aquello no podía estar ocurriendo realmente me impidieron decirle nada, pero esa misma noche le escribí un correo electrónico a la dirección que aparece en su blog. Y, en efecto, al día siguiente me respondió que sí, que había estado en esos cines a esa hora para ver la última película de Woody Allen; y añadía como cita que "el azar es la única fuerza de la naturaleza con sentido del humor".


Razón no le falta, porque a esa sorprendente casualidad empecé a sumarle factores que la convertían en un auténtico fenómeno paranormal indudablemente urdido por el destino. Y digo esto basándome en el hecho de que la película que vimos (él a las 18:00 y yo a las 20:00) trata sobre un escritor que una noche coincide con sus autores favoritos; con la particularidad de que esos autores pertenecen a una época pasada. ¿No es sumamente raro que yo, Jorge Magano, escritor, coincidiera en el mismo lugar con César Mallorquí, escritor favorito, en la misma sala pero en tiempos diferentes?


Sigo pensando en ello: en si el destino (tema central, por cierto, de la novela de César) tuvo algo que ver o si todo responde a una feliz casualidad.

Sea como sea, esta curiosa anécdota sazonada de teorías paranoides y conspiratorias, me acompañará ya durante el resto de mi vida. Que no es poco.