Como hace tiempo que presumo de haber leído El Quijote, este verano decidí leerlo de verdad por si acaso me pillaban. De entre las múltiples ediciones, opté por la que viene ilustrada con grabados de Eugenio Doré pensando que, si había dibujos, sería más sencillo. Así que me senté en un banco al sol y empecé a leer. Todo iba más o menos bien hasta que a la altura del capítulo XXXVII me di cuenta de que algo empezaba a fallar. Aunque seguía bien la historia, me reía con determinados diálogos y situaciones y, en general, la lectura era fluida y agradable, me di cuenta de que me estaba perdiendo cosas. Demasiadas cosas.
Soy lector voraz y me enorgullezco de manejar un léxico bastante amplio (patata, crisantemo, mónada, pebetero), diría que incluso superior a los estándares de mi barrio natal (no diré cuál es para evitar resquemores). Pero también, fíjate tú, tuve el capricho de nacer en el siglo XX, y algunas palabras y expresiones empleadas en la obra cervantina quedan fuera de mi comprensión a no ser que me tome la molestia de detenerme cada poco rato a consultar notas o diccionarios especializados en la jerga del siglo XVI. Y miren vuestras mercedes, a fe mía, pues como que paso.
Es por eso que ayer tomé la decisión de echarle un vistazo a una de esas ediciones actualizadas del clásico de don Miguel, con el fin de poder seguir la lectura de manera más ágil y placentera, como cuando leo cualquiera de las mierdas que leo por mero entretenimiento lúdico. Cuando tenga cincuenta años y me concedan la cátedra de literatura de la universidad de Salamanca regresaré al original para saborearlo como se merece, y ya de paso para hacer la vida un poco más complicada a mis alumnos. Pero por ahora me conformo con enterarme de lo que leo.
De entre las opciones que se me presentaban descarté enseguida la última edición, la adaptada por el escritor y académico Arturo Pérez-Reverte, quien, al parecer, en lugar de limitarse a actualizar el lenguaje, ha tirado por la calle del medio y emulando a Alejandro Magno y el episodio del nudo gordiano (¿ven lo culto que soy?), ha cercenado el texto quitando "todo lo que sobra", lo que incluye capítulos enteros y episodios ajenos a la trama principal, convirtiendo lo que es considerado "el origen indiscutible de la novela moderna" en una tira cómica para echar unas risas.
Guiándome por comentarios de los lectores, me decidí entonces por la edición de Destino cuya adaptación a cargo de Andrés Trapiello parecía respetar el texto íntegro, con las convenientes y mínimas modificaciones que permitan al lector de nuestros días disfrutar a fondo de la obra literaria. Así que ni corto ni perezoso, lo descargué en mi Kindle, me froté las manos dispuesto a disfrutar del suculento manjar literario, me senté en el mismo banco que la otra vez (ahora un poco más fresco) y empecé a leer.
Instante de éxtasis místico al comenzar el primer párrafo. Qué subidón, oye. La cabeza iba más deprisa que los ojos.
"En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, vivía no hace mucho un hidalgo..."
Momento montaña rusa total. Esa primera cuesta, ese quedar suspendido en el vacío durante un instante y luego todo hacia abajo...
"...de los de lanza ya olvidada"
¿Perdón?
"escudo antiguo"
Er... ¿cómo dice?
"rocín flaco y galgo corredor."
Ah, eso ya me suena más. Pero aun así...
Un momento, un momento. ¿Lanza ya olvidada? ¿Escudo antiguo? ¿Estás hablando conmigo, tío?
Se lo juro por mi madre: no me sentía así desde que me cambiaron el doblaje de E.T. y decidí pasarme definitivamente a la versión original con el fin de evitarme más disgustos.
Vamos a ver. Entiendo que don Andrés sospecha que el lector medio español, acostumbrado a dejar secar el cerebro ante Sálvame y Mujeres, Hombres y Viceversa no comprenderá el significado de "lanza en astillero" y que el contexto no es suficiente para deducir que una adarga es un escudo; y sin embargo sí nos supone lo suficientemente cultos para saber que un rocín es un caballo. Hombreeeee, don Andrés... Que españoles somos, pero no tontos. Además, no nos puede cambiar así porque sí la primera frase más famosa de la literatura universal (con permiso de Ismael, Gregorio Samsa, Aureliano Buendía y todos esos). Ni siquiera los payasos de la tele cuando robaron con tanta gracia esa canción argentina de "El auto de papá" cambiaron torta por tarta, provocando en los niños divertida confusión hasta fechas muy recientes.
Se lo juro por mi madre: no me sentía así desde que me cambiaron el doblaje de E.T. y decidí pasarme definitivamente a la versión original con el fin de evitarme más disgustos.
Vamos a ver. Entiendo que don Andrés sospecha que el lector medio español, acostumbrado a dejar secar el cerebro ante Sálvame y Mujeres, Hombres y Viceversa no comprenderá el significado de "lanza en astillero" y que el contexto no es suficiente para deducir que una adarga es un escudo; y sin embargo sí nos supone lo suficientemente cultos para saber que un rocín es un caballo. Hombreeeee, don Andrés... Que españoles somos, pero no tontos. Además, no nos puede cambiar así porque sí la primera frase más famosa de la literatura universal (con permiso de Ismael, Gregorio Samsa, Aureliano Buendía y todos esos). Ni siquiera los payasos de la tele cuando robaron con tanta gracia esa canción argentina de "El auto de papá" cambiaron torta por tarta, provocando en los niños divertida confusión hasta fechas muy recientes.
En fin, que me estoy planteando muy en serio volver a la versión original de El Ingenioso Hidalgo, obra que recomiendo adquirir, y, en caso de disponer de tiempo, leer.
Antes de irme, dejo dos enlaces a modo de propina:
Que lo disfruten. Yo me retiro a tomar unos duelos y quebr... uy, perdón, unos huevos con chorizo mientras veo Sálvame.