domingo, enero 14, 2007

LA TETA Y LA TUNA


(Artículo publicado en "Eclipse" el año en que a la Jackson se le salió una pera)

Allá por el siglo XV mucha gente vestía como los actuales tunos, con sus calzas y sus capas, cortejando a damiselas por los balcones. Estos tocabandurrias constituyen hoy uno de los símbolos universitarios más retrógrados que existen, y me he acordado de ellos a tenor de la teta de Janet Jackson y toda la movida suscitada por la accidentada aparición de su anillado pezón.

Esa teta que todos han condenado y que al mismo tiempo ha batido todos los records de búsquedas en Google, ha sido el desencadenante de una corriente neoinquisitorial como aquellas que operaban en Europa en los años en que la gente se vestía como los tunos; esas mismas fechas en las que si alguien osaba atentar contra las verdades intocables de la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana, podía acabar sus días con la cabeza en un cesto, los brazos partidos tras la espalda o contemplando cómo se le chamuscaban los miembros en una hoguera pública.

Hoy esas cosas no pasan (al menos en esta civilizada cultura occidental) pero nuestra naturaleza pecaminosa nos ha obligado a acatar terribles castigos impuestos desde la Cúpula. Véase- o mejor dicho, no se vea- el escote de la Aguilera en los Grammy o la ley marcial impuesta en la retransmisión televisiva de eventos que ahora parecen conventos. ¿Y todo para qué? ¿Para evitar que veamos más tetas? ¿Para alejarnos de nuestros instintos más mamones? ¿Para proteger a nuestros niños, mucho más mamones que nosotros aunque a algunos nos pese? Censura para las tetas. Censura para los Oscars. ¿Temen que Nicole Kidman enseñe un calostro? ¿O más bien les espanta que gente extrañamente lúcida como Michael Moore, Sean Penn, Jessica Lange o Susan Sarandon expresen lo que piensan del presidente Bush?

Yo no compro los discos de Janet Jackson. Ni siquiera me pone como mujer, aunque tras visionar una amplia serie de fotografías con el fin de documentarme para este artículo, he de reconocer que está buenorra. Pero también lo estaba Helena y, digan lo que digan, ella no desencadenó la guerra de Troya. ¿O es que no sabían ustedes que todo fue un montaje de los griegos para controlar las minas de cobre y zinc de Asia Menor? Sadam es la nueva Helena. El petróleo el nuevo cobre. La censura... lo de menos. Recordemos que en épocas de prohibición el ingenio se agudiza, el humor se hace sutil y el adulterio se transforma en exquisito incesto. El problema es que la teta de la Jackson nos devuelve inexorablemente a los tiempos de los clavelitos. Y eso sí que no.

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